Desconocida para el público europeo, la
finlandesa Aino Kallas cultivó a principios del siglo XX un estilo de novela
corta simbolista donde son habituales los personajes femeninos enfrentados al
entorno social y, a menudo, envueltos en una pasión amorosa que termina
tragicamente. Ingredientes que unidos a la predilección de la autora por el
folklore estonio convergen en La novia del lobo (Nórdica).
La que se convertiría en la obra más popular de su Kallas se desarrolla en la isla estona de Hiiumaa, donde el guardabosques Priidik
se enamora de una joven campesina llamada Aalo atada, sin él saberlo, a un
oscuro destino que mezcla licantropía y satanismo. El cuidado estilo lírico de la escritora se enriquece con un tono de leyenda juglaresca favorecido por una minuciosa investigación de las arcaicas expresiones de la época. Voces que,
aunque inevitablemente desvirtuadas por cualquier traducción, contribuyen a
transmitir con tal autenticidad ése crujir de las ramas, los sonidos y el aire
sobre las hojas de los inquietantes bosques pantanosos que el lector casi puede
sentir en la piel el mismo frío y humedad rodea a los personajes. Un preciso retrato del
sobrecogimiento de una comunidad inmersa en un paisaje que huele a bestias
salvajes, hogueras y cabañas de troncos salpicadas por la hostilidad de
maldiciones y hechizos. Una atmósfera de lúgubre intemperie en la descripción de la escritora
pero que en las hipnóticas ilustraciones de Sara Morante encuentra un curioso y
colorido contrapunto.
Pero también La novia del lobo presenta un claro
trasfondo de sermón religioso que advierte de la culpa, el satanismo y el
pecado. Un contrapeso que sin duda Aino Kallas consideró necesario en una
novela que, en su época, suponía una extraña mezcla de relato de terror y
evidente apología de la subversión femenina. Un inevitable ramalazo de moral aleccionadora que, en cualquier caso, no empaña la magia de un libro fascinante.
Imágenes: Nórdica.
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