martes, 7 de junio de 2016

El Hombre Montaña.-Severine Gauthier & Amélie Fléchais (Norma)


Afrontar la pérdida de un ser querido supone una dura prueba a cualquier edad y en el caso de un niño es, en muchas ocasiones, el primer golpe traidor de una realidad implacable. Un tema difícil que Roberto Parmeggiani y el ilustrador Vaz de Carvalho exploraron en La abuela durmiente (Kalandraka) desde la perspectiva de los recuerdos de quien nos deja y del que ahora se ocupan los franceses Severine Gauthier y Amélie Fléchais en El Hombre Montaña (Norma Editorial) desde la situación de los obligados a asumir el duelo.
La historia es la de un niño que sale en busca del viento para ayudar al abuelo con quien tantos caminos compartió. El anciano ha comenzado a asumir que le faltan las fuerzas mientras que el nieto, con la intrépida determinación de su edad, se muestra inasequible al desaliento. En ese viaje, más iniciático que nunca, el pequeño se encontrará con dificultades hasta entonces desconocidas y aprenderá con quién puede contar y con quién no, antes de un final para el que no estaba preparado. 


Mediante un texto conciso, de diálogos certeros en un tono que puede recordar en ocasiones a algún pasaje de El Principito, el relato completa su belleza poética con unos extraordinarios, maravillosos dibujos capaces de imantar al lector a cada página aunque haya terminado de leerla.
Cómic para deleitarse y conservar, El Hombre Montaña es un mapa de ternura nada empalagosa que transita del crepúsculo a la madurez, un surtido de subtextos sobre la tristeza y la esperanza, un recordatorio de las inevitables dificultades de despedirse y crecer. Pero sobre todo es una lúcida reflexión sobre cierta influencia recíproca, la de ésos seres queridos que cambiaron gracias a nuestra alegría infantil y cuya obligada ausencia nos dejó un profundo legado interior que nos acompañará siempre.



Imágenes: Norma Editorial.

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